LA TERAPIA OCUPACIONAL EN EL DOMICILIO DEL PACIENTE MAYOR
El concepto de autonomía en la persona mayor va intrínsecamente ligado al de
calidad de vida. La autonomía puede referirse a varios aspectos, pero al que yo
voy a aludir aquí como terapeuta ocupacional es el relacionado con las
actividades de la vida diaria en su vertiente de autocuidados.
La T.O. es la disciplina
que abarca el tratamiento de las personas que presentan déficit en las tareas
básicas de autocuidados como son la alimentación, el aseo personal, higiene
íntima, movilidad general (deambulación, subir y bajar escaleras, etc.),
vestido, etc. Otro tipo de actividades de la vida diaria son las que denominamos
instrumentales, estas exigen mayor capacidad psicofísica por parte del sujeto
como es la preparación de alimentos, el manejo de dinero, cuidado del hogar,
etc.
Cualquier episodio que ocasione a la persona mayor una lesión e inmovilización
consecuente, va a incidir negativamente en el funcionamiento global de dicha
persona.
Cuanto mayor sea el
periodo de inmovilización peores consecuencias traerá consigo. De ahí la
importancia de que la persona entre cuanto antes a participar en un programa de
rehabilitación adaptado a su problema en particular.
Después de pasar por
varios de los dispositivos asistenciales como pueden ser la unidad geriátrica de
agudos, unidad de media estancia y el hospital de día, el mayor llega a su
domicilio y las tareas o actividades que venía desempeñando en su casa ahora las
realiza otro miembro de la familia. Esta situación tiene como consecuencia que
tenemos a un individuo añoso sin ocupaciones, sintiéndose un estorbo para los
que le rodean, quienes, equivocadamente, queriendo cuidar a su anciano le van
anulando como persona.
La T.O. en geriatría, con
su objetivo en aumentar la participación de la persona mayor en las actividades
que le interesan y que dan sentido a su vida, tiene un papel relevante en su
recuperación funcional global.
Los terapeutas
ocupacionales forman parte de los equipos multidisciplinares geriátricos
domiciliarios debido a la intervención que efectúan en cuanto a la valoración y
entrenamiento de las competencias del mayor dentro de su ambiente.
No es lo mismo entrenar
una habilidad en un departamento de terapia ocupacional que poner en práctica
dicha habilidad en el hogar. Probablemente, el hogar del anciano cuente con
mayores impedimentos o, al menos, diferentes demandas de las que tenía en la
sala de terapia ocupacional del hospital. Además, durante el tratamiento, el
paciente ha tenido al terapeuta ocupacional a su lado para guiarle en la
actividad, dándole pautas, asistiéndole o simplemente supervisando cómo lo hace.
Cuando llega a casa esta persona, no tiene al terapeuta con el que poder
compartir la nueva situación de tener que adaptarse a las nuevas rutinas. Por
otro lado la familia, ante el temor de que recaiga, no le permitirán hacer casi
nada.
El terapeuta ocupacional
en el domicilio va a trabajar con el enfermo y con la familia o cuidador formal
como elementos humanos. Además debe hacer una valoración del ambiente físico
donde se va a desenvolver el mayor, para intentar en la medida de lo posible,
reducir al máximo las barreras arquitectónicas y estudiar la necesidad de ayudas
técnicas.
A grandes rasgos, el
trabajo con el paciente irá orientado a aumentar su actividad en general. A la
familia deberá informar y mostrar lo que es capaz de hacer sin ayuda y
aleccionar de que deben dejarle que lo haga aunque tarde más tiempo. Este
aspecto es muy importante y es donde los terapeutas ocupacionales solemos hacer
más hincapié, pues en la sociedad en donde estamos inmersos, se nos exige
rapidez continuamente y este es el último paso que hay que exigir al aprender o
reaprender una destreza. En definitiva lo que perseguimos es otorgar dignidad al
mayor y consideración como miembro del grupo al que pertenece.
Tras una valoración
exhaustiva de la situación funcional, del estado mental y del estado afectivo,
el terapeuta ocupacional planificará conjuntamente con el paciente las
actividades que tiene previstas realizar en el tratamiento, con el objetivo de
conseguir un aumento de la funcionalidad global dentro de su entorno, aspecto
que incidirá positivamente en su estado afectivo pues pocas sensaciones deben
ser más desagradables que la de sentir que uno no vale para nada.
Los terapeutas
ocupacionales utilizamos unas escalas de valoración para determinar los riesgos
que pueden entrañar una determinada actividad. Por ejemplo las actividades de
cocina son muy rehabilitadoras, porque exigen un elevado funcionamiento tanto
físico como mental, un aspecto social de compartir
con los otros lo cocinado, y además tienen un factor
placentero, ¿quién no disfruta con un suculento plato?
Dichas escalas miden la
capacidad para percatarse y saber eliminar los peligros como pueden ser un
cuchillo afilado en mitad de la encimera, una pequeña cantidad de líquido
desparramado por el suelo, un desagüe atascado con un grifo goteando, una puerta
de un armario abierta a la altura de la cabeza, el control de los fuegos y/o
horno, control de los aparatos eléctricos, el que pueda haber un trapo caído en
el suelo, un cajón abierto, un cable eléctrico colgando encima del fregadero,
etc.
La seguridad en la
realización de las actividades de cocina es el aspecto que más nos preocupa, y
dentro de esto, es muy importante que la persona valore realmente sus
capacidades para que no haga más de lo que puede. Aquí me estoy refiriendo a la
propia resistencia de la persona en cuanto a gasto de energía. Muchas veces
observamos como se esfuerzan por terminar una actividad que no se puede quedar a
medias a costa de un sobreesfuerzo físico que luego traerá consecuencias
negativas.
El terapeuta ocupacional
tiene un papel esencial durante el entrenamiento valorando la capacidad real de
desempeño comenzando con actividades menos exigentes y aumentando paulatinamente
la dificultad de las tareas.
Tendremos en
cuenta:
1. El usuario es capaz de leer
y/o de seguir verbalmente las indicaciones de los productos
alimentarios.
2. Puede organizar los
utensilios, conseguir todas las cosas necesarias para planear una tarea de
comida.
3. Reconoce las situaciones
peligrosas y puede corregir sus errores.
4. Maneja con toda seguridad las
cosas potencialmente peligrosas ( p. e. cosas calientes, cortantes). Sabe y
puede seguir los procedimientos necesarios si ocurre alguna urgencia.
5. Sitúa correctamente los
utensilios ( pone hacia adentro el mango de los cazos) y usa apropiadamente el
equipo (agarradores para los mangos calientes) para prevenir daños.
6. Es capaz funcionalmente para
alcanzar, echar, agitar, mezclar, etc. ¿Qué puede interferir con la
función?
7. Es capaz de concentrarse para
poder seguir la secuencia ordenada y poder completar la tarea.
8. Es capaz de limpiar todo
adecuadamente después de cocinar.
9. Puede el usuario cocinar con
seguridad sin ser atendido.
¿Qué nivel de infraestructura
necesita?
10. ¿Necesita algún equipamiento
específico?
Listado de cosas :
11.
Altura para alcanzar las cosas con seguridad :
Haga un círculo: Encima de la
cabeza / Hombro / Muñeca / Rodilla / Suelo
12. Habilidad para transportar
cosas dentro de la cocina.
Fuente: Queen Ann Heathcare.
Seattle. Washington. EEUU
Me he centrado en esta última
parte del artículo en la actividad de cocina por lo importante que es, tanto a
nivel de capacidad funcional por parte de quien la realiza, como por el aspecto
nutricional y de mantenimiento de la salud de la persona de
edad.
Por todo lo anteriormente
expuesto creo que es importante que la figura del terapeuta ocupacional vaya
siendo incluida dentro de los programas de rehabilitación domiciliaria en
España como lo es en los países de nuestro entorno.