Además, no siempre estamos cualificados para ello y tampoco sabemos cómo encargarnos correctamente. Son imprescindibles una serie de conocimientos mínimos sobre movilizaciones, higiene y nutrición que nos harán más cómodo este trabajo. Aquí os explicamos algunas ideas que seguro os serán de mucha utilidad.
!Cuidado al moverles!
La forma de proceder será diferente en función de si se trata de un paciente encamado o si tiene movilidad propia. El traslado es más complejo y costoso ante los ancianos que están en cama. Hay que tener en cuenta que el enfermo debe ser cambiado de postura con una frecuencia de dos a cuatro horas, alternando las posiciones boca arriba y de lado. Así se estimula la circulacion sanguínea y se previenen las úlceras. Además, trataremos de acomodarle empleando cojines o toallas para combatir la dureza de la cama.
A la hora de elegir el lecho, hay que prestar especial atención a sus características. Éste debe reunir cuatro requisitos: no debe ser demasiado bajo, ha de ser cómodo y abatible y, además, la dureza del colchón tendrá que ser media.
Por otra parte, si estamos a cargo de un anciano autónomo, aunque se desplace lentamente, es imprescindible acompañarlo en todos sus paseos al baño, a la cama, a la silla... Debemos respetar su ritmo.
Es muy importante ayudarle a incorporarse del lecho, puesto que cualquier movimiento brusco puede afectarle negativamente. Para llevar a cabo esta delicada tarea mostraremos especial atención a sus cervicales y piernas, evitando que se doblen demasiado. Lo mejor es situarlo inicialmente al borde de la cama y, seguidamente, ayudarle a incorporarse cogiéndole las manos. Por otro lado, la fuerza se debe ejercer siempre sobre las piernas, no sobre la espalda. Si uno no es suficiente, debemos acudir a terceras personas.
Vigila su higiene minuciosamente
La higiene es uno de los cuidados más delicados que se tienen que dedicar a un enfermo y con nuestros mayores no podemos desatender esta faceta. La limpieza se realiza principalmente sobre cuatro zonas: cabello, boca, cuerpo y ojos.
Antes de iniciar esta función, es preciso que se ilumine correctamente la habitación y se adapte la temperatura. También hay que mantener informado al anciano de cómo vamos a proceder. La limpieza se debe iniciar por las partes más sucias (genitales, axilas, pies, etc.) y finalizar por las más pulcras. En cada caso utilizaremos una esponja y un gel hidratante. A continuación, debemos secarle suave pero minuciosamente, sin dejar humedad, ya que el enfermo podría enfriarse.
Si el anciano está en cama, para lavar su cabello emplearemos un jabón neutro y dos cubos de agua. Para no mojar nos ayudaremos de un plástico grande con el que cubriremos el lecho en la parte donde esté apoyada la cabeza, previamente colocada al borde de la cama para agilizar la tarea.
Una nutrición normal
Aunque la persona mayor esté enferma, hay que respetar sus costumbres alimenticias. Los alimentos a la plancha, cocidos o hervidos, predominarán en su dieta porque son más digestivos. Es preciso dar de comer en pocas cantidades y con más frecuencia que llenar el estómago del anciano en exceso. Además, los alimentos deben tener una temperatura media y el aporte de líquidos ha de ser elevado.
Para estimular la salivación hay que hacer ingerir sorbos de agua a menudo al encamado, o bien ofrecerle trocitos de piña natural o caramelos sin azúcar.
La dieta del enfermo es muy importante, y para evitar algún tipo de carencia que empeore su estado o lo debilite, es conveniente disponer del asesoramiento de un profesional.